CO2 en la atmósfera: en 4 años aumentó lo que antes demoraba 200

Ni el freno de mano que la pandemia provocó sobre el motor de la producción mundial fue suficiente para evitar el calentamiento del planeta. La concentración de gas carbónico sobre la atmósfera llegó a una cifra sin antecedentes de 410 partes por millón, 10 ppm más que las alcanzadas en 2015, cuando el récord ya era de por sí alarmante. Ese aumento en tan solo cuatro años es equivalente al que tardó la Tierra para pasar del período glaciar al actual interglaciar, transición que tomó entre 100 y 200 años, según el informe publicado hoy por la OMM.

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Tras de gordos, hinchados. Esta pandemia del coronavirus no sólo ha dejado millones de muertos y cientos de millones de contagiados, así como una destrucción global de empleos y aparatos productivos, sino que no sirvió ni para evitar que, como consecuencia de los confinamientos y el cierre de las grandes economías, se redujeran las emisiones de gas carbónico en la atmósfera y se lograra reducir el calentamiento global, tal como lo esperábamos.

 

Y claro, resultó ilusorio pensar que en casi nueve meses de pandemia pudiéramos revertir la curva ascendente que trae desde 2015 la concentración de CO2, que pasó de 400 a 410 partes por millón (ppm) en 2019. Es decir, un aumento en cuatro años equivalente al que tardó la Tierra para hacer su tránsito del período glaciar al actual interglaciar, que duró entre 100 y 200 años.

 

De ahí el llamado a la acción que hoy hizo la Organización Meteorológica Mundial (OMM) al entregar su informe y advertir que la desaceleración de la producción industrial en los primeros meses de la pandemia y los confinamientos que afectaron a gran parte de la población mundial no han servido para hacer bajar la curva ascendente de los gases de efecto invernadero, entre los que el CO2 es el de mayor presencia (80 por ciento) y dura más sobre la atmósfera (hasta un siglo).

 

Los gases de efecto invernadero son los que atrapan el calor en la atmósfera, provocan la subida de las temperaturas y exacerban las condiciones meteorológicas extremas, la fusión de los hielos, el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos, elementos suficientes para provocar “tormentas perfectas” como las que ahora hacen estragos y provocan millones de pérdidas sobre las costas del Caribe, entre ellas las de San Andrés y Providencia, donde el huracán Iota pasó en cuestión de horas de categoría 2 a 5, algo jamás visto en territorio colombiano.

 

Pese a que las medidas de confinamiento han reducido las emisiones de muchos contaminantes y gases de efecto invernadero, cualquier cambio en las concentraciones de CO2, que son la suma de las emisiones pasadas y las actuales, no es mayor que el provocado por las fluctuaciones normales en el ciclo del carbono que se producen de un año a otro y por la marcada variabilidad natural a la que están sujetos los sumideros de carbono como la vegetación, asegura el informe de la OMM.

 

Desde 1990, advierte la OMM, el forzamiento radiactivo (diferencia entre la insolación absorbida por la Tierra y la energía que ésta irradia de vuelta al espacio) ha aumentado 45 por ciento, reforzando el calentamiento del planeta.

 

“La última vez que la Tierra experimentó una concentración de CO2 comparable fue de 3 a 5 millones de años atrás, cuando la temperatura era de 2 a 3 grados centígrados más y el nivel del mar de 10 a 20 centímetros más elevado, pero en ese entonces no teníamos 7.700 millones de habitantes”, dijo en rueda de prensa el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas.

 

Para el científico, estos resultados son principalmente consecuencia del uso de combustibles fósiles, entre los cuales se está observando una ligera disminución del carbón, pero un aumento del consumo de petróleo y gas. De ahí, agregó, parte de la solución está en impulsar las energías renovables, incluso de la nuclear en ciertos casos, como el de China, haciendo especial control sobre los desechos nucleares. Existen nuevas formas de construir centrales nucleares y de tamaños más pequeños.

 

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La emisión contaminantes fósiles por parte del transporte es una de las causas más severas en la concentración de CO2 en la atmósfera. Foto: Hernán Vanegas.

 

Efecto COVID-19

La OMM no desconoce los efectos positivos de la pandemia, pues ha permitido reducir la concentración de otros gases como el metano, pero sí es clara en decir que el virus no es una solución para el cambio climático. Esta es una oportunidad para adoptar medidas de índole climática más sostenidas y ambiciosas encaminadas a reducir las emisiones hasta un nivel cero neto, a través de una metamorfosis integral de nuestros sistemas industriales, energéticos y de transporte.

 

El Proyecto Carbono Global estimó que durante el período con las restricciones más estrictas a la actividad económica mundial, las emisiones diarias de CO2 pueden haberse reducido en hasta 17 por ciento, aunque todavía no está clara la duración de las medidas de confinamiento ni su grado de rigor. “Toda predicción de la reducción total de las emisiones anuales a lo largo de 2020 es sumamente incierta”, dice el PCG.

 

Las estimaciones preliminares indican una disminución de las emisiones anuales mundiales de entre el 4,2 y el 7,5 %. A escala mundial, una reducción de las emisiones de esa magnitud no permitirá reducir la concentración de CO2 atmosférico.

 

Así, la concentración de ese gas seguirá aumentando, aunque a un ritmo ligeramente menor (reducción en el crecimiento anual de entre 0,08 y 0,23 ppm). Se trata de valores compatibles con la variabilidad natural interanual de 1 ppm. Esto significa que, a corto plazo, el impacto de las medidas de confinamiento aplicadas a raíz de la COVID-19 no puede diferenciarse de la variabilidad natural, concluye el informe de la OMM.

 

Qué pasa con otros contaminantes

A la par de lo que ocurre con el CO2, el documento también revisó lo que ocurre con otros gases. La concentración de metano, un potente gas de efecto invernadero cuya permanencia en la atmósfera es inferior a un decenio, aumentó 260 por ciento respecto de los niveles preindustriales,  y llegó en 2019 a 1.877 partes por millón.

 

El aumento registrado entre 2018 y 2019 fue ligeramente inferior al observado entre 2017 y 2018, pero siguió siendo mayor que la media del último decenio. El metano es el causante de aproximadamente el 16 % del forzamiento radiativo, debido a los gases de efecto invernadero de larga duración.

 

Cerca del 40 por ciento de ese gas procede de fuentes naturales (humedales y termitas), mientras que el 60% restante de fuentes antropógenas (ganadería de rumiantes, cultivo de arroz, explotación de combustibles fósiles, vertederos y combustión de biomasa).

 

El óxido nitroso, que es tanto un gas de efecto invernadero como un producto químico que agota la capa de ozono, alcanzó 332,0 ppm en 2019, esto es, 123% más respecto de los niveles preindustriales.

 

El incremento en la concentración de ese gas entre 2018 y 2019 también fue menor al observado entre 2017 y 2018, y prácticamente igual a la tasa de aumento medio de los últimos diez años.

 

Luis Fernando Ospina.
Luis Fernando Ospina.

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